Desde entonces, quedaron algunos, que usando toda la fuerza de sus almas, siguen la tradición de la Luna, revelándose al poder de aquellos que raptaron a la mas grande musa de todos los Lunáticos, los Cuerdos. Mucho tiempo paso desde entonces y la lucha se volvió cruenta y encarnizada, las bajas para ambos bandos, incontables, pero nadie daba su brazo a torcer.
Hasta que cierta noche, particularmente oscura, un pequeño grupo de jóvenes Lunáticos y revolucionarios, lograron escabullirse dentro de la gran fortaleza de los Cuerdos. Buscaron por todos lados, cuarto por cuarto hasta que bajo la última puerta le llamo la atención un brillo bastante peculiar que se escapaba por aquella fina abertura. Embelesados por la belleza de aquel maravilloso brillo, casi son capturados por un grupo de Cuerdos que en su rondín, habían notado su presencia.
El enfrentamiento cuerpo a cuerpo no se hizo esperar y en medio de todo el caos y la confusión, un Lunático logro escabullirse , esquivando golpes al aire y alcanzando la puerta, se hizo de ella y sin pensarlo, la abrió. Corrió hasta donde se encontraba la Luna y sin mas, la libero; esta se quedo inmóvil, pues no lograba ver nada, debido a la capucha de cuero que le negaba la vista. Entre el caos y los gritos, un Cuerdo alcanzo a ver lo que sucedía dentro del cuarto y salio disparado a impedir la liberación de la Luna. Pronto se entrelazaron en un forcejeo digno de titanes, hasta que en un descuido del Cuerdo, el joven Lunático logro soltar la capucha de la Luna, liberándola así del encierro y permitiéndole ver con un solo ojo lo que sucedía.
Enfurecida la Luna, por la injuria que le habían causado , arrazó con cuanto pudo. Aquel encierro le había afectado, se mostraba demacrada sucia y fuera de si. Ya nada quedaba de aquella hermosa Luna de antaño, ahora era una Luna, que aunque sucia, demacrada y fea, brillaba e inspiraba aun mas a los suyos, mucho mas que antes. Rápidamente escapo de la fortaleza de sus captores y ascendió al manto estelar, donde ilumino todo con su presencia.
Al ver esto, los Lunáticos celebraron su victoria, salieron de sus escondites y se sacudieron el polvo de la depresión, retomaron sus artes, sus textos y sus vidas; sonrientes y prestos a la acción. Aunque nunca olvidarían aquel fatídico tiempo sin Luna.
Los Cuerdos lloraron su derrota y como era de imaginarse, se replegaron a sus oficinas nuevamente, y en silencio esperan el momento donde puedan volver a raptar a la Luna y así, terminar con los Lunáticos.
En los días subsecuentes, un concilio se celebro, donde lideres de ambos bandos, se reunieron y acordaron una tregua, donde se respetarían y torearían mutuamente. Al parecer la tregua no es una que se respete mucho, pero hace la vida llevadera.
Espero que esto quede como testimonio del Tiempo sin Luna, La Gran Batalla de los Cuerdos y Lunáticos y la tregua, que llamamos, El Tratado de la Luna. Para que nadie olvide lo sucedido y se evite en lo futuro. Este es el testimonio del último Lunático vivo, que presencio y lucho en ese tiempo. Ahora, antes de morir, quiero que los que me sigan, sepan su historia y defiendan a los suyos como nosotros lo hicimos en el pasado.